Manifiesto de un tercer piso

Para los que no lo saben, llegar al tercer piso, es simplemente cumplir 30.

El día de mi cumple, no hubo mucha reflexión, solo una tormenta de nieve y un croissant de Nutella, por lo que decidí caminar en los snowshoes que me regalaron y sentarme en una cueva de hielo un rato.

No me sentí triste por «perder el tiempo», y por todas esas cosas que la gente cree que debe hacer antes de los 30. A decir verdad, no me acordé de pensar en esas cosas y deprimirme o tener una crisis.

He venido aprendiendo cosas estos últimos años, como que la vida, sigue siendo una sola, por ejemplo, además que cuando hago algo distinto la adrenalina pide más, que me encanta volar, nadar, la aventura, conocer gente, y que le sigo teniendo pavor desgarrador a las cucarachas.

En mi tercer piso, me di cuenta que lo único que quiero, es ser feliz. Y no puedo lograrlo pensando en lo que otros quieren de mi, cediendo ante situaciones en las que claramente quiero gritar un rotundo NO, o haciendo cosas porque otros también las hacen. A esta edad es más lindo solo ser yo, sin pensar tanto en el «YO».

En este momento, sé que no quiero ser una trágica «mujer» sinónimo del sexo débil. Es otra cosa en la que tampoco quiero pensar. Mucho menos quiero competir con otras, ni criticarlas. Solo quiero ser una mujer, un ser humano con deberes y derechos, quiero apoyar a otras. No quiero ser un estereotipo ni seguirlo tampoco.

Creemos que somos lo que los demás perciben, y que eso nos define. No podemos escapar de percepciones, sin embargo, podemos ignorar algunas. Tenemos el poder de elegir cada día.

A esta edad, y con toda esta sabiduría de camino, que resulta no ser tanta, solo tengo que decirte que por favor, hagas lo que quieras, te inventes y reinventes, que seas una nerd, una gitana, médico, deportista, ama de casa, que tengas mil bebés, o que no tengas ninguno, que no aprendas a cocinar nunca si no te da la gana, pero vive, deja que los otros vivan y no tengas miedo alguno de estar sola, porque para tu información, con gran seguridad te dijo que con la única persona con la que vas a estar hasta que la muerte te separe, es contigo misma. Así que mejor haces de ese, un matrimonio feliz.

Por otro lado, mi mejor aprendizaje, ha sido meter la pata, tener flojera cuando nadie va a resolverme la vida, porque eso significa que voy a correr a arreglar mis propios problemas, y de nuevo, estar sola.

Es delicioso vivir con mami y papi, te ayudan con todo y cocinan rico. Pero a los 21, mudarme sola, fue la gloria y el desastre. Comí pasta con ketchup por dos semanas, porque no sabía preparar otra cosa, compré muchísima ropa interior porque me daba flojera lavar y estiraba la ropa arrugada con la planchita de cabello. A veces comía en servilletas para no tener platos que fregar, no hacía mi cama y dormía con un insecticida al lado por si me atacaba una cucaracha nocturna y no tenía a quién llamar para matarla.

En Argentina, desayuné y cené Cheerios por 4 meses, y en el intermedio comía pizza fría, caminaba en pantys por el depa, bailando mientras comía helado con la ventana abierta… hasta que el vecino del frente me vio y me lancé al piso con todo helado, pero ya era muy tarde, nos reímos de ventana a ventana. Y cuando hizo frío, me quedé tres días en cama viendo Mad Men, arropada, con tres cajas de Cheerios, pizza, una bolsa de facturas y un litro de cerveza.

De hecho, unos de mis mejores cumples, fue en Buenos Aires, rodeada de extraños. Al salir de clases, a las 11 pm. Recuerdo haber dicho «cumplo 24 en una hora». Ese fue el inicio de «una noche larga» como diría Cerati.

También me enfermé, me tocó hacerme sopita de sobre, o irme al McDonald’s más cercano por un café terrible. Una vez tuve que llamar mi propia ambulancia, porque después  de un viaje de tres días en el que no tomé agua, sino mucha variedad de alcohol y comida chatarra, mi cuerpo dijo: te mueres ya!.

Caminé sola muchas veces, por distintas ciudades, hablé con extraños, pregunté en el supermercado la diferencia entre cilantro y perejil, y hacía que las viejitas escogieran el aguacate por mi. También llegué del trabajo para encontrarme sin luz porque olvidé pagar la cuenta. Hice amigos que se convirtieron en familia, que me sacaron las patitas del charco más de una vez, lloré, pataleé, pero al final, era libre, plena y feliz.

En este corto viaje, mirando hacia atrás, entre buenas decisiones y malas también, he aprendido, ya no tengo Cheerios, ahora hago smoothies y arroz con camarones al curry, lavo mis platos, hago mi cama (algunas veces) sigo caminando sola por ciudades, sigo hablando con extraños y tomando fotos, ya no paso tres días de rumba, y todo sin esperar que algo o alguien me defina. Realmente no estoy segura de querer tener una definición, quiero seguir cambiando, para que cuando llegue mi hora, decir que vi de todo, me equivoqué un millón de veces e hice todo lo que quise.

Lo malo es que siempre estamos pensando en un plan que no se va a cumplir o nos encontramos estresadas por la idea de estar perdiendo el tiempo.

Mi papá me preguntó hace unos meses, si no creía que estaba perdiendo el tiempo con mis viajes…

Papi, esta pérdida de tiempo, la estoy disfrutando como nadie!

Salud por los 30!

Un comentario Agrega el tuyo

  1. Mas linda esa peticita, onde estas pa estampate un beso en esa jeta, primera ves que me tome el tiempo de pasar por aqui hehehehehehe

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